La flor de Nochebuena es tan omnipresente en Navidad como el árbol de Navidad o el belén. Hay decoraciones por todas partes con motivos de flor de pascua y es imposible ir a ningún sitio a finales de noviembre o diciembre sin tropezarse con arreglos de flor de pascua para celebrar las fiestas. Pero lo que muchos no saben es que el origen de esta flor no tiene nada que ver con el nombre con el que se la conoce.
La flor de Pascua, originaria de México y partes de Centroamérica, sólo se conoce así por Joel Roberts Poinsett. Poinsett, aficionado a la botánica, fue el primer embajador estadounidense en México a principios del siglo XIX. Según los registros, Poinsett se topó con la planta cuetlaxóchitl en México, especialmente en Taxco, en el estado de Guerrero. Tras enamorarse de ella, la llevó a su casa y empezó a regalarla a sus amigos. Al cabo de unos años, la planta empezó a venderse con, por supuesto, el nombre del hombre que “la hizo famosa”: Poinsett.
Por supuesto, Poinsett no “descubrió” la planta, como tampoco Cristóbal Colón “descubrió” América. La planta cuetlaxóchitl existía en la región desde hacía siglos y se la conocía con muchos nombres, aunque cuetlaxóchitl -el nombre náhuatl, que significa “flor que se marchita”- quizá sea el más común. Los aztecas utilizaban la flor como tinte y también con fines medicinales, principalmente derivados de la savia blanca lechosa de la planta.
La asociación del cuetlaxóchitl con la Navidad se remonta al siglo XVI, cuando los frailes franciscanos decoraban con él los belenes. La leyenda mexicana habla de una niña llamada Pepita que, de camino a la iglesia en Nochebuena, se dio cuenta de que no tenía ofrenda. Pepita recogió entonces algunos hierbajos del camino. Al depositarlas a los pies del altar, se convirtieron en las flores del cuetlaxóchitl, que desde entonces se conoce como “la flor de Nochebuena”.
Así que estas fiestas, mientras decoras con tu familia, recuerda el origen del cuetlaxóchitl y cómo forma parte de nuestra historia latina. Reclámalo.