Casa Verde es una organizacion localizada en Chihuahua, un estado en el norte de México que bordea con Estados Unidos, y que tiene un gobierno conservador que deja poco margen de maniobra para las activistas que defienden los derechos sexuales y reproductivos.
El refugio que brindan grupos como Marea Verde Chihuahua, cuyo centro de operaciones es esta casa recién inaugurada, ha trascendido fronteras y hoy permite a mexicanas y estadounidenses recibir asesoría virtual para abortar en casa de manera segura y con medicamentos.
¿Cómo ayudan las activistas mexicanas a las mujeres estadounidenses?
Miles de activistas en México y Estados Unidos comparten un desafío: facilitar el aborto a pesar de que gran parte de su territorio lo restringe o prohíbe.
México lo penaliza en 21 de sus 32 estados. En las 11 entidades donde es legal hay clínicas privadas, pero el Estado tendría que garantizarlo de manera gratuita y eso no siempre ocurre.
Según han denunciado decenas de activistas, hay personal de salud que niega o retrasa el procedimiento, hospitales que carecen de insumos, farmacias que evitan vender pastillas y presión de la Iglesia en este país, mayoritariamente católico.
En este contexto surgieron las “acompañantes”, voluntarias que brindan asesoría virtual o presencial para evitar el desconsuelo de abortar en soledad.
Aunque no son médicas ni trabajan en hospitales, se capacitan constantemente bajo los lineamientos federales y protocolos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para guiar abortos con fármacos.
“Somos mujeres comunes y corrientes que estamos en esta labor por la justicia reproductiva”, explica Marcela Castro, integrante de Marea Verde Chihuahua. “Buscamos las reivindicaciones que el Estado nos ha negado desde el prohibicionismo”.
Por eso la Casa Verde no es verde: no es un disfraz, sino la representación de cómo las acompañantes han aprendido a moverse entre dos mundos –el visible y el invisible— y tras décadas de trabajo colectivo se han organizado para ayudar a quien lo necesite, incluso si vive en estados que penalizan abortar.
No hay un registro de cuántas “colectivas” —como las acompañantes llaman a sus agrupaciones— hay en México, pero la red abarca todo el territorio.
Por eso desde 2019, años antes de que la revocación del fallo de Roe vs Wade eliminara la protección federal para abortar en Estados Unidos, activistas de ese país empezaron a consultar a sus colegas del sur.
¿Qué es el aborto autogestionado?
El aborto autogestionado es aquel que permite que una persona interrumpa su embarazo con pastillas sin supervisión médica.
Las activistas mexicanas han contado sobre esta opción a sus pares estadounidenses, pues libra a la mujer de ser estigmatizada en una clínica, le resta visibilidad en territorios que lo castigan y, en el caso de México, de pagar, ya que las acompañantes no cobran por su apoyo ni por el medicamento.
Marcela explica que en Marea Verde funciona así: tras recibir una solicitud, una acompañante entra en contacto con la interesada vía WhatsApp.
Entre otros detalles le pregunta su última fecha de menstruación –para determinar la edad gestacional– y cómo confirmó el embarazo.
Si la acompañante no detecta señales de alarma que ameriten consultar a un médico o acudir a una clínica, sugiere un aborto con medicamento, lo que implica ingerir dosis específicas de misoprostol y mifepristona, fármacos avalados por la OMS.
Aunque en Estados Unidos ambos requieren receta, en México el primero es de venta libre y el segundo es controlado, pero puede obtenerse a través de las colectivas.
Las mujeres de Chihuahua pueden recoger las pastillas en la Casa Verde. Quienes viven fuera las reciben por correo y las acompañantes las apoyan hasta que el aborto se realiza correctamente.
En caso de imprevistos o emergencias, acuden a personal médico aliado de la red o sugieren a la mujer acudir a un hospital y están pendientes de su recuperación y situación legal.
Detrás de este proceso hay miles de mexicanas que llevan años ingeniándoselas para hacerlo funcionar. Todas aportan cuanto pueden: dinero para armar bancos de medicamentos, contactos con doctores que atienden urgencias, asesoría legal y psicológica o valentía para desplazar pastillas dentro y fuera del país.
¿Cómo funcionan las colectivas de activistas mexicanas?
Marcela y su colega Salma Silva ofrecen un recorrido por los cuartos sin amueblar de su Casa Verde, que recientemente lograron financiar gracias a otra organización.
Ahí donde no hay muebles, hay planes. Cada habitación explica el trabajo que realizan desde 2018, cuando se agruparon de manera autónoma como otro centenar de colectivas mexicanas: sin sueldo, sin oficinas y compaginando sus profesiones y vidas privadas con la defensa del derecho a decidir.
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