CIUDAD DE MÉXICO — Un grupo de búsquedas voluntarias afirmó que encontraron un crematorio clandestino en las afueras de la Ciudad de México.
En el norte de México, los cárteles de la droga suelen utilizar tambores llenos de diésel o sustancias cáusticas para quemar o disolver cadáveres, pero hasta ahora ha habido poca evidencia de ello en Ciudad de México.
Ceci Flores, líder de uno de los grupos de “madres buscadoras” del norte de México, anunció en las redes sociales el martes por la noche que su equipo había encontrado huesos alrededor de un pozo carbonizado en las afueras de la ciudad.
Flores dijo que el equipo había encontrado huesos, fosas clandestinas y tarjetas de identificación en el sitio en una zona rural del lado sur de la ciudad. Los fiscales de la Ciudad de México emitieron un comunicado diciendo que estaban investigando el hallazgo para determinar la naturaleza de los restos encontrados y si eran humanos.
La fiscalía dijo que también estaba revisando las imágenes de las cámaras de seguridad y buscando posibles testigos. El descubrimiento, de confirmarse, sería una vergüenza política para el partido gobernante, que ha gobernado durante mucho tiempo la Ciudad de México y afirma que la capital se ha librado de gran parte de la violencia de los cárteles de la droga que aflige a otras partes del país.
Esto se debe en gran medida a la densa población de la ciudad, el tráfico notoriamente congestionado, la extensa red de cámaras de seguridad y la gran fuerza policial, que presumiblemente dificultan que los delincuentes actúen de la misma manera que lo hacen en las áreas provinciales. Los buscadores voluntarios como Flores a menudo llevan a cabo sus propias investigaciones, a veces basándose en pistas de ex delincuentes, porque el gobierno no ha podido ayudar.
El gobierno Mexicano ha gastado poco en la búsqueda de los desaparecidos. Los familiares de las víctimas dependen de pistas anónimas, a veces de ex pistoleros de los cárteles, para encontrar sitios sospechosos de arrojar cadáveres. Introducen largas barras de acero en la tierra para detectar el olor de la muerte.
Las buscadoras, en su mayoría madres de los desaparecidos, normalmente no intentan condenar a nadie por los secuestros de sus familiares. Dicen que sólo quieren encontrar sus restos.