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Se cree que una monja brasileña amante del fútbol se ha convertido en la persona viva más anciana del mundo, con casi 117 años.

La hermana Inah Canabarro era tan delgada de pequeña que muchos pensaban que no sobreviviría a la niñez. LongeviQuest, una organización que realiza un seguimiento de los supercentenarios de todo el mundo, emitió el sábado un comunicado en el que declaraba a la monja en silla de ruedas la persona más anciana del mundo validada por los registros de sus primeros años de vida.

En un vídeo grabado por la organización el pasado mes de febrero, se puede ver a la sonriente Canabarro contando chistes, compartiendo pinturas en miniatura que solía hacer de flores silvestres y recitando la oración del Ave María.

¿El secreto de su longevidad? Su fe católica.

«Soy joven, guapa y simpática, cualidades muy buenas y positivas que usted también tiene», dice la monja teresiana a los visitantes de su residencia de ancianos en Porto Alegre, al sur de Brasil.

Su sobrino pasa tiempo con ella todos los sábados y le envía mensajes de voz entre visita y visita para mantenerle el ánimo tras dos hospitalizaciones que la dejaron débil, con dificultades para hablar.

«Las otras hermanas dicen que se sobresalta cuando oye mi voz», dice. «Se emociona».

Por su 110 cumpleaños, fue homenajeada por el Papa Francisco. Es la segunda monja más anciana documentada, después de Lucile Randon, que fue la persona más vieja del mundo hasta su muerte en 2023, a los 118 años.

El club de fútbol local Inter -fundado después del nacimiento de Canabarro- celebra cada año el cumpleaños de su hincha más antiguo. Su habitación está decorada con regalos con los colores rojo y blanco del equipo, dice su sobrino.

«Blanco o negro, rico o pobre, seas quien seas, el Inter es el equipo del pueblo», dice en un vídeo publicado en las redes sociales en el que celebra su 116 cumpleaños con el presidente del club.