SAN SALVADOR – El presidente salvadoreño, Naib Bukele, no ceja en su misión de acabar con los pandilleros y hacer de El Salvador un lugar más seguro para todos.
Recientemente escribió en la plataforma de redes sociales «X»: «Hay un grupo de pandilleros escondidos. Hemos establecido un cerco de seguridad en todo el barrio… para extraer hasta el último pandillero de la zona…».
En consecuencia, más de 2,000 soldados y 500 agentes de policía rodearon el lunes un barrio de las afueras de la capital de El Salvador en un esfuerzo por acabar con los restos de las bandas que, según el presidente, intentaban establecerse en la zona.
El ministro de Defensa, René Francis Merino Monroy, declaró que la policía rodeó el barrio de San Marcos con un cerco militar, estableciendo puestos de control para impedir la huida de los miembros de las bandas.
El cerco era el tercero de este tipo que se instalaba en algunas zonas de San Salvador con la intención de encontrar y detener a los miembros de las bandas que siguen operando en el país. En marzo, Bukele ordenó la colocación de barricadas similares en una zona del norte del país, según dijo, para desmantelar una facción de la pandilla Barrio 18.
La represión ha suscitado duras críticas por parte de grupos de derechos humanos, que han alarmado sobre las condiciones de las cárceles y han afirmado que muchos de los detenidos eran inocentes o sólo tenían vínculos poco claros con las bandas. Otras medidas adoptadas por el Presidente, como la de presentarse a la reelección a pesar de la prohibición constitucional de que los presidentes ejerzan dos mandatos consecutivos, han despertado otras alarmas democráticas.
La guerra contra las bandas también asestó un duro golpe a las bandas Barrio 18 y MS-13, que llevan mucho tiempo sembrando el terror en gran parte del país, extorsionando, asesinando a quienes no pagan y traficando con drogas.
Las medidas se tradujeron en un fuerte descenso de los homicidios y espolearon un fervor populista en favor de Bukele.
A pesar de haber declarado efectivamente la victoria en su guerra, el presidente ha seguido prorrogando el «estado de excepción» durante más de dos años, alegando que tales medidas son necesarias para acabar con los restos de las bandas de El Salvador.