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BAJO CHIQUITO, Panamá – Los migrantes atraviesan la zona fronteriza cubierta de selva que separa Colombia de Panamá. Cruzar a través de la densa y anárquica jungla no hace mucho era impensable para la mayoría de la gente. En los últimos años, se ha convertido en una travesía brutal de una semana o más. Sin embargo, algunos de los inmigrantes que han llegado esta semana describen una travesía organizada que se completa en tan sólo dos días y medio por senderos marcados con cintas de colores y con la ayuda de guías y porteadores, como parte de lo que, según las autoridades, se ha convertido en un negocio que genera millones de dólares.

Esa eficiencia, combinada con los incesantes factores económicos que empujan a los emigrantes a abandonar países como Venezuela, ha hecho que más de 400.000 emigrantes hayan cruzado el Darién este año.

El viernes, el Presidente de Panamá, Laurentino Cortizo, y el Presidente de Costa Rica, Rodrigo Chaves, sobrevolaron el Bajo Chiquito en helicóptero antes de aterrizar en la comunidad de Lajas Blancas, al borde de la selva del Darién. Allí observaron la llegada constante de migrantes en embarcaciones procedentes de Bajo Chiquito, incluidas dos mujeres que fueron descargadas en camillas con heridas desconocidas.

Ambos líderes pidieron a sus homólogos de toda la región -países de origen y de tránsito- que celebren una reunión urgente sobre migración para buscar soluciones.

“Este es un problema tan grande que requerimos la participación de todos los eslabones”, dijo Cortizo.

Algunas personas pagan a los guías 320 dólares a cada uno en Colombia para que les lleven a Panamá. Mientras que la ruta en el lado colombiano se ha vuelto organizada y lucrativa, el lado panameño sigue siendo más arriesgado.

“Lo ideal para todos los venezolanos es solicitar su cita (…) para poder cruzar lo más legalmente posible, con permiso para trabajar”, afirmó un transeúnte. Pero en su defecto dijo que la otra opción sería entregarse a las autoridades estadounidenses en la frontera.