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LA HABANA – Como millones de cubanos, María de los Ángeles Pozo recuerda con cariño cuando una cartilla de racionamiento del gobierno alimentaba a su familia con todo tipo de alimentos, desde hamburguesas, pescado y leche hasta chocolate y cerveza. Incluso se compraban pasteles para cumpleaños y bodas.

La “libreta”, como la conocen los cubanos, se puso en marcha en julio de 1963 y se convirtió en uno de los pilares del sistema socialista de la isla, ayudando a la gente a superar las crisis, incluidos los recortes de la ayuda soviética que condujeron a la privación de los años 90 conocida como el “Periodo Especial”.

                                                       (Personas salen de un agro-mercado estatal)

Ese sistema atraviesa una profunda crisis económica que ha provocado el éxodo de casi medio millón de cubanos a Estados Unidos en los últimos dos años, y de miles más a Europa. También ha provocado una drástica reducción de la disponibilidad de alimentos racionados para los que no se marchan.

Muchos cubanos se sienten mal equipados para manejar su nuevo país, más desigual, un sentimiento que ha empeorado con la apertura de pequeños mercados privados, que cobran precios similares a los internacionales en un país que no ha permitido el comercio no estatal en las últimas décadas y donde los ingresos se mantienen entre 16 y 23 dólares mensuales.

Productos básicos como un kilo de leche en polvo pueden costar hasta 8 dólares.

Si bien no hay cifras oficiales, muchos expertos estiman que los cubanos en el extranjero enviaron $ 3 mil millones a casa en 2019.

Cuba ha luchado durante mucho tiempo con la falta de producción.

La falta de divisas y de los equipos necesarios está empeorando aún más la situación sin suministros agrícolas como insecticidas y fertilizantes, dijo Ricardo Torres, economista de la American University de Washington.

                                                    (Una persona sostiene su libreta y espera en linea)

Sin una economía de mercado que funcione, la agricultura cubana se ha medido durante mucho tiempo por objetivos de producción socialistas que rara vez ha podido cumplir.

Camagüey, uno de los principales centros ganaderos de Cuba, sólo produjo 42,8 millones de litros (11,3 millones de galones) de leche el año pasado, de los 81,3 millones de litros (21,5 millones de galones) que los productores se habían comprometido a vender.

Los productores, por su parte, se quejan de que los precios del gobierno no cubren los gastos.

El gobierno cubano culpa al daño económico causado por COVID-19, junto con las sanciones de Estados Unidos y los cambios macroeconómicos de los últimos años que han provocado una grave inflación.

“Usted puede ver hoy tiendas privadas que tienen todos los productos que usted quiera: leche, pan, azúcar – lo que usted quiera – a precios que no son accesibles para la mayoría de la población”, dijo el viceministro de Relaciones Exteriores, Carlos Fernández de Cossío, en una entrevista con The Associated Press. “El gobierno sigue empeñado en suministrar una cantidad igual a todos”.

Las cifras oficiales muestran en Cuba una inflación media anual de casi el 50% en los últimos tres años y una contracción del Producto Interior Bruto del 2%.

Frente a ese escenario, el gobierno ha estado tratando de reducir el número de personas que reciben alimentos subsidiados de un estimado de cuatro millones de cubanos. Para la mayoría de los cubanos, el gobierno no se hace cargo del problema más grave: el bajo salario neto como consecuencia de la baja productividad y la inflación.