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La inmersión en agua fría ha ganado popularidad por sus posibles beneficios para la salud, entre los que se incluyen la mejora del estado de ánimo y la resiliencia, posiblemente debido a la liberación de hormonas del estrés y endorfinas.

El Dr. Mark Harper destaca que muchos nadadores sienten una mayor confianza después de sumergirse en aguas frías, aunque las pruebas científicas siguen siendo limitadas. Los expertos advierten que nadar en agua fría conlleva riesgos, especialmente para los principiantes, ya que el choque repentino puede provocar hiperventilación o ahogamiento, por lo que enfatizan la importancia de la aclimatación gradual y de conocer las condiciones del agua.

La seguridad es fundamental cuando se realizan actividades en agua fría, por lo que se recomienda entrar en el agua a temperaturas moderadas (15-20 °C o 59-68 °F) durante períodos cortos y evitar la exposición prolongada a temperaturas más frías para prevenir daños nerviosos o congelaciones. La respuesta del cuerpo incluye un aumento rápido de la frecuencia cardíaca y vasoconstricción, lo que supone un riesgo para la salud cardiovascular. Los expertos aconsejan consultar previamente a profesionales sanitarios, practicar en entornos supervisados y aumentar gradualmente la exposición para reducir los riesgos y disfrutar de los posibles beneficios terapéuticos de forma segura.